Mi parto inducido: parir sin epidural

Mi parto inducido sin epidural

El pasado 27 de diciembre Trasto cumplió dos años. Dos años desde ese momento en que llegó al mundo después de un largo parto inducido sin epidural. 

Un parto que tardo en llegar y que no esperaba, pero que sin duda mereció la pena vivir. ¡Sobreviví, que hubo momentos durante el proceso en que pensé que eso no iba a ser posible! Tranquilos, os lo voy a contar todo a continuación.

Felicidades Trasto, hace solo unos días que hemos soplado tu segunda velita junto a ti. Es increíble verte crecer junto a tu hermano. Nos demostraste que el amor nunca se divide, sino que se multiplica. Junto a ti aprendemos que la vida no es siempre justa, pero que estando juntos todo tiene sentido. ¡Gracias por llegar y completar nuestra familia! ¿Sabes que te queremos mucho, verdad?

Aquí os dejó la continuación del relato de mi parto inducido. Es algo largo, pero fueron muchos los sentimientos y las sensaciones. Esto es lo que ocurrió aquel día, el comienzo de una nueva historia.

26 de diciembre de 2017 08.00 horas. Primer día de parto inducido sin epidural

Acabábamos de hacer el ingreso en el hospital. El celador me acompañó a la zona de los paritarios. Allí me recibió un matrón. Me acompañó a una sala donde ya había estado antes cuando fui a monitores. Había dos camas.

La otra cama estaba ocupada por otra chica con la que ya había coincidido en alguna revisión y que acababa de ingresar para lo mismo que yo. Vaya, me alegra saber que no soy la única que no se ha puesto de parto.

El matron me dio un camisón súper sexy y una bolsa para que guardara toda mi ropa. Cuando me cambié me tumbé en la cama y al momento volvió él.

Me explicó en qué consistía la inducción del parto y me pidió permiso para hacerme un tacto. Pues no es lo que más me apetece ahora, chico, pero he venido aquí a parir, así que venga, que empiece la fiesta.

Más fresca que una lechuga

Ni había borrado el cuello, ni había dilatado nada ni nada de nada. Más fresca que una lechuga. Me dejó conectada a los monitores y al rato volvió para empezar el proceso. Me iba a introducir allí abajo una pastilla.

Al poco de tener la pastilla empecé a sentir contracciones, que también se reflejaban en el monitor. No eran muy dolorosas pero al menos ya sentía algo. ¡Nunca había tenido tantas ganas de sentir dolor!

Pero entonces el monitor empezó a mostrar como el latido de Trasto bajaba de pronto y luego subía muchísimo. Allí aparecieron de nuevo una matrona con un compañero y me sacaron la pastilla de dentro. Algo no iba bien y la pastilla no le había sentado bien al bebé.

El primer susto en la inducción del parto

Me exploraron de nuevo y me preguntaron si era seguro que Trasto estaba colocado en posición cefálica. El ginecólogo en la última eco me dijo que sí. Creían que el bebé traía una posición que no era la adecuada, así que llamaron a una ginecóloga y me llevaron a otra sala para hacerme una ecografía.

Me puse a temblar. Algo no va bien, a la otra chica no le están haciendo nada de esto. Mientras me hacían la eco no sabía que pensar. Solo sentía miedo. La ginecóloga primero me tranquilizó, me dijo que el bebé estaba bien. Confirmó que estaba en posición cefálica pero también comprobó que quedaba muy poco líquido amniótico y que él niño aún estaba muy arriba, no estaba encajado aún.

 Parto inducido con Propess

Como la pastilla no había funcionado la ginecóloga decidió continuar la inducción con Propess, que es un dispositivo vaginal (muy parecido a un tampón) que se introduce y va liberando prostaglandinas. Me lo colocó allí mismo y otra vez me llevaron a la habitación de antes y me conectaron de nuevo al monitor.

El primer susto había pasado. Al menos el bebé estaba bien, pero aquel primer revés me hizo ser aún más pesimista. Estaba convencida de que mi parto iba a acabar en cesárea, en ese momento lo vi claro. Pero nada podía hacer, así que decidí relajarme y dejarme llevar. Aún no eran las 10 de la mañana y el día se preveía largo.

Estuve allí unas dos horas conectada al monitor. Esta vez el latido de Trasto era regular y no mostraba signos de ningún sufrimiento. Yo seguía sintiendo contracciones cada 10 minutos más o menos, pero aún eran soportables. En el monitor alcanzaban unos 50-60 mmHg.

monitores de parto

Va a ser un día largo

Pasado ese tiempo me desconectaron el monitor y me llevaron a una habitación en la planta de maternidad. El matrón me recomendó andar y usar la pelota de Pilates para ayudar a que el bebé se encajara y se favoreciera la dilatación. Podía hacer «vida normal» en la habitación y me iban a dar todas las comidas. Cada dos o 3 horas, volverían a buscarme a la habitación para monitorearme de nuevo y ver cómo evolucionaba el asunto.

Estábamos solos en la habitación. Empecé a relajarme. Estaba dispuesta a hacer todo lo que hiciera falta para favorecer el parto, así que no dejaba de andar por la habitación y por los pasillos. Cuando estaba cansada me sentaba un rato sobre la pelota y empezaba a mover la cadera sobre ella.

Las contracciones seguían y poco a poco empezaron a ser más dolorosas. Si estaba andando o hablando tenía que dejar lo que estuviera haciendo hasta que pasara.

Al caminar sentía un dolor tremendo en la zona del culete y que me bajaba por la pierna. Se lo comenté al matrón y me dijo que las contracciones me habrían cogido el nervio ciático. A veces ese dolor era más molesto que las mismas contracciones, sobre todo al andar. Pero a pesar de las molestias no dejé de caminar en todo el día.

Todas paren menos yo

Coincidía en los monitores con la otra chica a la que también estaban provocando el parto. Conforme avanzaban las horas ella estaba peor y la última vez que coincidí con ella pedía la cesárea a gritos. Esa fue la última vez que la ví, cuando volví a monitores ya me dijeron que había dado a luz. ¡Me vine abajo! Ella ya tenía a su hijo en brazos y yo llevaba todo el día con contracciones pero aquello no parecía avanzar mucho.

Después de la cena fueron los últimos monitores. Estuve allí una media hora como las otras veces, pero al acabar el matrón me dijo que había llegado el momento de quitar el Propess. Me lo quitó (es algo molesto pero no doloroso) y me exploró. Durante el día no me habían vuelto a hacer ningún tacto más.

parto inducido sin epidural

Un día entero de contracciones y ningún avance

No habíamos avanzado mucho, el cuello se había acortado algo pero aún estaba lejos de estar borrado y mucho menos de estar dilatado. Otra vez el bajón. Todo un día de contracciones para nada. No esperaba aquello. Él me comentó que no me preocupara, que intentará descansar y dormir porque el día siguiente iba a ser movidito. Si durante la noche sentía dolores o sangraba debía avisar.

Volvímos a nuestra habitación, mi marido estuvo conmigo durante todo el día, salvo un ratito por la tarde en la que fue a ver a nuestro hijo. Estaba desanimada y cada vez veía más claro que aquella inducción no iba a terminar como yo quería.

Me acosté, creía que no podía dormir, y aunque seguía sintiendo algunas contracciones pronto pararon y debido al cansancio del día, me quedé profundamente dormida.

27 de diciembre de 2017. Segundo día de parto inducido sin epidural. 

A las 7 horas de la mañana me trajeron un vaso de leche con galletas. Me dijeron que desayunara porque pronto vendría a llevarme a paritorio. Desayuné y me duché. Al levantarme vi que estaba expulsando el tapón mucoso, pero no tenía contracciones.

Vinieron a por mí, esta vez no me llevaban a la habitación de los monitores, sino a otra habitación individual donde estaría ya todo el día y en la que daría a luz. Había 3 puertas, como era Navidad todo el hospital estaba muy bonito decorado, incluso aquella parte de los paritorios.

Los Reyes Magos aparecieron

nuestro rey mago favorito

Cada una de esas puertas estaba decorada con un Rey Mago, la matrona me dijo que estaban las 3 vacías y que eligiera una. Elegí Melchor, aún no sé muy bien por qué lo elegí. Nunca había tenido un Rey Mago favorito, pero al estar allí, asustada ante el parto inducido que estaba viviendo, lo tuve claro. Tenía que ser Melchor.  Desde ese momento Melchor ha estado muy presente en nuestras vidas. ¡Incluso este año! Os lo he contado en mi perfil de Instagram.

Así que entramos. ¡Melchor, por favor, tráeme a mi bebé pronto!

Era una habitación muy amplia, con un baño incluido, una cama, el monitor cardiotocográfico y una cunita para cuando el bebé naciera. Qué nervios, cuando volviera a cruzar otra vez esa puerta ya tendría a mi bebé conmigo.

Me volvió a explorar. Su cara fue un poema. Le pregunté si estaba aún muy verde y ella me dijo que no me preocupara, que ese día iba a parir sí o sí, así que cómo estuviera no importaba.

El día anterior me habían puesto una vía en el brazo, así que allí me conectaron el gotero de oxitocina. Los matrones del día anterior se despidieron de mí y se presentaron las dos nuevas matronas que iban a estar conmigo todo el día. Una de ellas era residente. Las dos muy jovencitas y encantadoras.

¿Cómo quieres que sea tu parto? La pregunta que no esperaba

Una de ellas me preguntó que cómo quería que fuera mi parto. Aquella pregunta me sorprendió. Están provocándome el parto y esto no parece avanzar mucho, no creía que yo tuviera ningún poder de decisión en todo el proceso. Aún así fui sincera con ella. Le expliqué que antes de llegar a ese punto mi idea era tener un parto respetado y lo más natural posible. Mi intención era tener un parto natural, espontáneo. Deseaba intentar parir sin epidural. Pero en aquel momento ya había perdido toda esperanza de vivir el parto que yo deseaba.

Me conectaron la oxitocina y el monitor. Estaría todo el rato ya conectada a ellos. A pesar de tener el monitor puesto la matrona me insistió en que podía levantarme y andar todo lo que los cables me permitieran, no tenía porque estar en la cama todo el rato. En el parto de Gordito no me dejaron hacerlo.

Era todo un alivio, porque aquellas contracciones que la oxitocina estaba provocándome ya sí que dolían mucho, en el monitor no bajaban de 80 y eso era sólo el principio. Luego subían de 100, se salían de las gráficas.

Una habitación en penumbra para favorecer el parto inducido

Me apagaron las luces porque me dijeron que la oscuridad favorecía el progreso de parto y me dejaron allí con mi marido. Ellas controlaban el monitor desde otra habitación y de vez en cuando venían a preguntar cómo me encontraba. Me traían vasos con zumo de frutas que era lo único que podía tomar hasta que se produjera el parto. También era de agradecer, en el parto de Gordito no me dejaban beber ni agua. Poco a poco también iban aumentando la perfusión de oxitocina.

La mañana transcurría tranquila, aunque aquellas contracciones, que se producían cada 3-5 minutos, dolían mucho. Aquel dolor si me recordaba al parto de Gordito.

Pero todavía podía hablar con mi marido, incluso hablé por teléfono con mi hijo, el pobre estaba ansioso por vernos.

Ahora sí, estoy de parto.

Pero al mediodía empezó la fiesta. El dolor empezaba a ser insoportable, ya no tenía ganas de hablar ni de mirar el móvil ni de nada. Sólo aguantaba una contracción tras otra, con la esperanza de que aquello acabara pronto.

La matrona me exploró, y me dijo que estaba dilatada de unos 3 centímetros. Otro bajón. Por favor, ¡no me voy a llevar ninguna alegría con este parto! Tanto dolor para sólo 3 centímetros. Ella me dijo que íbamos bien, que era la progresión que se esperaba, que todo iba según lo previsto. Me ofreció romperme la bolsa para acelerar algo más el proceso.

Le dije que sí, y allí con lo que a mi me pareció una aguja de tejer me la rompió. No me dolió demasiado, a esas alturas ya no me molestaban las exploraciones. Casi no quedaba líquido como había dicho la ginecóloga el día anterior, apenas salieron unas gotas.

A partir de aquel momento yo ya no era muy consciente de lo que sucedía. Solo sentía dolor, mucho dolor, un dolor como no recordaba.

Planeta parto

Las contracciones que tuve en el parto de Gordito no me habían dolido tanto. Planeta parto, allí me fui. Ya no sabía cuando las matronas entraban o salían de la habitación, casi ni veía a mi marido. Solo los oía a los 3 dándome ánimos, diciendo que lo estaba haciendo muy bien.

Muy bien, ¡ay! ¡No sabéis lo que esto duele! Miraba el montón de hojas que salían de los monitores y veía como las contracciones cada vez eran mayores y más frecuentes. No podía creer que con todo lo que llevaba pasado sólo hubiera dilatado 3 centímetros. No me veía capaz de llegar hasta los 10.

Durante las contracciones se me iba la cabeza, una cosa muy rara me sucedía, era como si no estuviera allí, como si estuviera soñando y unas historias muy raras aparecían en mi mente. Temí realmente estar volviéndome loca.

Estoy a punto de perder la cabeza

Me vuelvo loca o me muero, pero yo de ésta no salgo. Sí, un poco catastrofista 🙈. Pero realmente eso es lo que pasaba por mi mente en aquellos momentos. Fueron las peores horas del parto.

Una de las veces que vino la matrona me ofreció que si quería otro tacto para ver como iba. Le dije que sí, aunque tumbarme en la cama con las contracciones era horrible. Me exploró y me dijo que estaba de 5 centímetros.

Me hundí de nuevo. Yo, que quería un parto natural y sin epidural en ese momento lo dí ya todo por perdido. Por favor, llama al anestesista, yo esto no lo aguanto.

¡Quiero la epidural!

La matrona fue muy sincera y puso la cordura que yo ya había perdido.

Sus palabras fueron:

«María, eso no es lo que tu querías. Lo estás haciendo muy bien, todo evoluciona bien. Ya has pasado lo peor, a partir de ahora te aseguro que todo va a ir más rápido. Ahora es cuando el parto está realmente arrancando. Si te pones ahora la epidural corres el riesgo de que todo se ralentice, pero es tu decisión. Si quieres yo lo llamo»

En ese momento yo sólo quería que todo acabara. Pensé en mi hijo mayor, eran aproximadamente las 15.30 horas. Si ahora me ponía la epidural y el parto se frenaba quizá acabara dando a luz de madrugada y pasaría otro día más sin verlo. 

No quiero eso, quiero parir lo antes posible para estar con mis dos hijos, para poder verlos a los dos.

Adelante, soy capaz de parir sin epidural

Así que le dije que vale, que íbamos adelante sin epidural, confíe en sus palabras y esperaba que realmente todo acabara pronto. No sabía si lo lograría, pero no quedaba otra. Había escuchado tantas historias de partos provocados, había leído tantos relatos, que realmente pensaba que no era posible tener un parto inducido sin epidural.

Que sea lo que tenga que ser, pensé. No hay marcha atrás. Voy a parir sin epidural.

A partir de ese momento recuerdo poco, recuerdo agarrarme a la barra de la cama para aguantar las contracciones, no dejaba de moverme y de andar pero aquel dolor no se mitigaba con nada. Me voy a partir en dos.

De pronto, en una de las contracciones sentí ganas de empujar. La matrona me preguntaba de vez en cuando si las tenía y me dijo que la avisara si lo sentía. Al ponerme la epidural en mi otro parto yo no había sentido esas ganas nunca. En el parto de Gordito empujaba cuando la matrona me lo decía, pero no tenía esa sensación, no sentía nada.

Mi cuerpo me pide empujar

Pero estaba de pie y me puse a empujar, no lo podía evitar. Era mi cuerpo el que empujaba sin que yo hiciera nada, de esa forma era más fácil aguantar la contracción. Mi marido llamó a la matrona y se lo dijo. Me exploró y me dijo que intentara no empujar. No habían preparado nada.

Había ocurrido de pronto, me tumbó en la cama mientras la otra matrona preparaba el instrumental y me exploró. Estaba casi en dilatación completa, aunque aún tenía un reborde.

Me dijo que intentara pasar algunas contracciones sin empujar, pero aunque intentaba aguantar no podía. Me ponía a empujar casi inconscientemente. Buscamos la forma en que más cómoda me encontraba.

Lo que parecía una cama normal de pronto era como un transformer que se convirtió en una mesa de partos con un montón de posiciones para elegir.

El momento de la verdad

Eran casi las 5 de la tarde. Esperaba que fuera rápido, con Gordito fueron únicamente 2 o 3 empujones y estaba fuera. Miraba un reloj que había en frente de la cama y pensaba, venga, antes de las 17.15 tiene que estar aquí.

Pero empujaba y empujaba y aquello no acababa nunca. Empujaba con todas mis fuerzas, con un dolor tremendo.

Llegué a pedir que lo sacaran como fuera, que me abriera, lo que hiciera falta, pero necesitaba que aquello terminara. No lo soportaba más.

No dejaban de darme ánimos, de decirme que todo iba bien, que pronto tendría a mi hijo conmigo. Sudaba a chorros, la matrona y mi marido me secaban el sudor de la frente, estaba empapada.

Sentía mucha sed, pero ahora ya no podía beber nada. Sólo empujar, una y otra vez. La matrona me pidió permiso para hacerme una episiotomia si era necesario.

Se habían ganado mi confianza durante todo el día. Confiaba plenamente en su criterio, me habían ayudado tanto durante el proceso que no dudé ni un segundo. Haz lo que consideres necesario, le dije. Finalmente no fue necesaria.

Trasto esta cerca, puedo tocarlo

Pero no hizo falta, me dijo que tocara, que ya estaba allí su cabecita, que ya iba a nacer. Toqué su cabeza, ya está aquí.

Tengo que ayudarlo a nacer, necesito verlo ya.

Empujé de nuevo cuando venía una contracción y en una de ellas por fin salió la cabeza. ¡No empujes! El cuerpo de Trasto se deslizó casi sólo de mi interior.

Por fin juntos

parto inducido sin epidural

Sentí un alivio tremendo. Lo pusieron en mi pecho. Lloraba. No podía verle la carita, pero no podía dejar de tocarlo.

¡Mi niño, mi niño! Era lo unico que atinaba a decir.

Trasto había nacido. Eran las 17.50 horas. Tenía su cuerpo caliente y húmedo sobre mi pecho, estábamos aún unidos por el córdon umbilical.

No podía creer que ya estuviera aquí, no podía dejar de tocarlo, de mirarlo, de mirar a mi marido y pensar en lo afortunada que me sentía en ese momento. Que suerte tengo de tenerte cariño, sin ti a mi lado, acompañándome, dándome fuerzas, luchando por nosotros, no hubiera sido capaz de hacerlo

Nuestra familia se había completado. ¿Qué pensará Gordito cuando vea a su hermano? ¡Qué ganas de verlos juntos!

Trasto era perfecto. El amor y la felicidad me invadieron por completo, como había ocurrido en mi primer parto.

Ya no había dolor. Lo había logrado, ¡no había muerto!😂

Trasto, soy mamá, te hemos esperado mucho tiempo y por fin estamos juntos. Por fin puedo coger tu manita, prometo no soltarte nunca.

13 comentarios en «Mi parto inducido: parir sin epidural»

    • Muchas gracias por tus palabras. Fue intenso también recordarlo y escribirlo, he intentado hacerlo lo mejor posible. Son sensaciones que nunca olvidaré, pero estando por escrito espero que Trasto pueda leerlo algún día. Un beso enorme!!

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  1. Gracias por el post. Mi segundo parto fue inducido porque mis niños tienen la mala manía de venir muy grandes y si esperaba más otra cesárea. Para mí la oxitocina fue una pesadilla y el parto mejor no hablar. un beso.

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    • Siento mucho tu experiencia en el parto. Debe ser duro. Yo al final tuve suerte y no fue tan horrible como pensé. Guardo un bonito recuerdo de ambos partos. También es que mis hijos no han nacido muy grandes 😅, Trasto pesó 3,010 y Gordito 3,110.

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  2. Gracias por compartir tu experiencia de parto inducido sin epidural, eres muy valiente, enhorabuena por la hermosa familia conformada por vosotros, Gordito y Traso. Y por supuesto felicidades Trasto por tu primer añito. Muchos besos

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    • Muchas gracias!! Yo había leído muchas historias horribles de partos inducidos, y no todo tiene que salir mal!! Yo guardo un bonito recuerdo de ese momento, aunque doliera jaja. Un beso

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  3. Aaayy que me has hecho llorar!!! Qué valiente, por favor, sin epidural!!! Yo para este parto tengo ese miedo… en el primero aguanté sin epi hasta los 8cm, pero no podía más, es que no lo soportaba…
    Pero si para este me pautan heparina, es verdad que aún está por ver…, pero… se complicaría la historia… y si no puedo parir en el mismo hospital que tuve al peque… Me angustio mucho con eso. Luego pienso que será lo que tenga que ser, que escapa de mi control, y se me pasa un pelín, pero vaya agonía jajaja
    Enhorabuena por esa familia tan bonita que tienes!!! ^^

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    • Muchas gracias por tus palabras y tu comentario! No quería hacerte llorar 🙈. Yo me dejé llevar, fíjate, parecía que todo escapaba de mi control y que no iba a poder tener el parto que yo quería y al final no fue tan mal. Es algo que no podemos controlar, así que no merece la pena sufrir por ello. Que todo salga bien es lo más importante. También te digo que yo me alegré de no haberme puesto la epidural (aunque en el momento quisiera morir jaja), pero es cierto que la recuperación, al menos en mi caso fue mucho mejor en el segundo parto. También para mí los peores dolores fueron en los últimos centímetros de la dilatación, luego los pujos no son tanto. A mi empujar me aliviaba mucho el dolor de la contracción. El momento final es muy cansado, pero no «duele» tanto.

      Un abrazo bonita!! Dentro de unos meses serás tú la que nos cuente su experiencia 😻😘😘

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  4. No le encuentro ningún sentido a pasar por un dolor tal, cuando es un proceso provocado, con medicación sintética que produce unas contracciones mucho mayores que las naturales. No le veo ni la valentía, ni el sentido. Es una acción vehemente llevada a cabo por un deseo inducido por las nuevas corrientes de parto natural, etc. Sufriste tu un montón y posiblemente el niño también. No le encuentro la lógica.

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    • Hola! Gracias por tu comentario, todas las opiniones son respetables, por supuesto. En mi caso te puedo asegurar que fue una decisión que no me arrepiento de haber tomado. Parí sin epidural a mi hijo y todo salió bien. ¿Me dolió? Evidentemente, mucho, ya os lo he contado en el post. ¿Fui más valiente por parir sin epidural en un parto inducido? No lo creo, pero era mi deseo y fue la recomendación de la matrona que estaba atendiendo mi parto y que evidentemente estaba controlando que ni yo ni mi hijo sufriéramos ningún problema. ¿Sufrió mi hijo en el parto por parir sin epidural? No, en ningún momento su registro mostró ningún signo de sufrimiento fetal. El parto es un proceso natural, yo estudié Medicina y por supuesto no estoy en contra de los avances médicos ni a favor de parir sin asistencia. Mi parto estaba medicalizado y controlado y yo decidí seguir adelante sin epidural conociendo las consecuencias y los posibles riesgos y con el apoyo del personal médico que me atendía. No creo que esa decisión deba ser cuestionada. Cada mujer vive su parto como quiere y es libre de ponerse la epidural o no. Ni se es mejor o peor madre por tomar una u otra decisión. Yo parí a un hijo con epidural y a otro sin ella, no me arrepiento de ninguna de ninguna de las dos cosas. Lo importante es que en ambas ocasiones tanto mis hijos como yo estuvimos sanos y no corrimos ningún peligro. Es lo único que es realmente importante en un parto, ¿no crees?

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